Cuando se añoran las finas plumas de antaño en el periodismo y a las grandes figuras de la televisión, pareciera que en otros años ni existía el control televisivo a base del monopolio, ni la corrupción oficializada, ni el PRI, cuando era todo lo contrario, y pese a la mala formación educativa y periodística de los escribanos actuales, la actual época presenta mejores condiciones gracias a la comunicación digital global, al avance de comunicación tecnológica y a la mayor libertad de expresión como consecuencia directa de los dos puntos anteriores. Antes el periodista y el artista que gozaba de las mieles del triunfo no tenían nada que objetar ni corrupción que denunciar, porque los grandes periodistas y los artistas que se repartían los espacios en radio, en televisión y en las disqueras mediante el Festival OTI, pertenecían con todo y membresía, a la misma corrupción. Así es como un Presidente de la República tenía el poder de eliminar un noticiario, elegir quien ganaría Miss México o el OTI en 1976, y cual de sus amantes tendría disco, película y telenovela o un jefe de la policía sería capaz de publicitar a un cantante hasta hacerlo escalar en las listas de popularidad. En otros tiempos, una misma canción podría ser escuchada casi de manera simultánea en todas las estaciones de radio y a toda hora, en donde ni el radioescucha ni el televidente tenía voz ni voto, aunque los teléfonos se mantenían abiertos para pedir la canción favorita. Muchos de los valores juveniles y hasta infantiles ya habían pasado por la cama del productor o el realizador de programas televisivos que también presumían ser estupradores u homosexuales correspondidos por el galán de moda. Quienes lograban entrar al círculo de la industria de la música o del periodismo, rápidamente ascendían en su fama, y llegaban a una pecera en donde todos eran amigos sin tiempo de aclimatarse. Hoy el debate, la crítica aunque sin bases sustanciales ni académicas, y la utilización de la comunicación celular para difundir hasta un hecho irrelevante, comienzan a formar la relevancia de la libertad de quien escoge el camino de la hipocresía, la lucha de puestos con puñaladas y hacer relaciones públicas para fines mezquinos o quien prefiere ejercer el noble oficio del periodismo de denuncia y de libertad, dentro de lo posible y dentro de lo ético, y no disfrazar u opacar la nota trascendente con la nota del corazón. .Más
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